Entre los enigmas del mundo se encuentran el por qué de la construcción de las pirámides de Egipto, quién mató a JFK y por qué es tan difícil encontrar el famoso punto G. Siguiendo investigaciones, estudios y pruebas que han intentado determinar la zona exacta para este ‘santo grial’ del orgasmo femenino, nos hemos topado con más preguntas que respuestas.
Aunque los expertos siguen sin ponerse de acuerdo, lo cierto es que existen dos rutas bien diferenciadas para alcanzar el orgasmo femenino: una exterior, marcada por la estimulación del clítoris (orgasmo clitoriano), y otra interior, mucho más misteriosa que tiene como aliado el famoso punto G -también denominado orgasmo vaginal-.
Ambos orgasmos no tienen por qué ser excluyente. De hecho, hay quienes aseguran que no existen como dos estímulos diferentes sino que uno es la prolongación del otro. El caso es que la fisiología sexual de la mujer es tan compleja que aún en pleno siglo XXI es difícil arrojar luz sobre este y otros temas.
Algunas claves para ayudar a su reconocimiento se basan en el tacto. Más que un punto, el punto G de las mujeres es un área con un textura más gruesa y rugosa al resto de la cavidad interna de la vagina. Asimismo es flexible y las terminaciones nerviosas que llegan a la zona mucho mayores.
Diversos estudios han recogido cómo su tamaño difiere dependiendo de la estimulación sexual. En reposo no mide más que un guisante -de ahí la comparación con un ‘punto’- y en plena actividad puede alcanzar un centímetro.
Otras investigaciones sugieren cómo el punto G de las mujeres puede ser una simple prolongación del clítoris hacia el interior. Es decir, que ambas estructuras (clítoris – punto G) estén conectadas y que sean un mismo detonador del clímax, pudiéndose considerar no como dos orgasmo femeninos diferentes sino cómo el mismo experimentado de manera interna o externa.
Sea como sea, la existencia de una compleja estructura que permite a las mujeres obtener placer de diferentes maneras (mucho más difícil de explicar que las de los hombres) es real, y se vienen analizando y estudiando precisamente por este motivo.
Esta afirmación que parece tan poco relevante no ha sido confirmada hasta hace pocos años. Investigadores tan reputados como Masters y Johnson (famosos por la serie de televisión que lleva por título el nombre del primero), concluyeron en sus estudios que tan sólo un porcentaje muy pequeño de mujeres contaba con esta zona en el interior de su vagina. Años después y gracias a estudios, técnicas y aparatos mucho más precisos, se ha concluido que un cien por cien de las mujeres cuenta con un área de diferente textura y sensibilidad en el interior de la vagina que al ser estimulada produce placer.
Una vez conocida la teoría hay que pasar a la práctica. Sabemos que está ahí, que de verdad existe, porque muchas mujeres lo han experimentado y pueden dar fé de que es real, y no sólo por que un puñado de investigadores se vengan rebanando la cabeza desde hace casi un siglo.
Se puede empezar a solas, tumbada, con las rodillas flexionadas y las piernas alejadas una de la otra, insertando los dedos en la vagina mientras se toca suavemente la parte posterior interna de la vagina. Para realizar esta exploración es necesario estar relajada y tener paciencia. También existen vibradores y juguetes eróticos que cuentan con una estructura en forma de gancho ideal para alcanzar esta zona.
Si decidimos apostar por hacerlo en pareja, es importante desterrar ‘el misionero’ como herramienta de investigación. Según estudios sólo un 2% de la mujeres dice haberlo encontrado con esta posición y, para ser honestos, millones de personas la vienen practicando desde que el mundo es mundo y nadie ha descubierto ni el punto G ni ningún otro mediante esta postura.
Son perfectas las posiciones donde ella se encuentra de espaldas y él la penetra por detrás, bien estando de rodillas o tumbados, ya que la punta del pene roza la parte posterior de la vagina de la mujer justo donde parece estar el punto G. También en posiciones donde ella se coloca encima o a horcajadas, el miembro es más proclive a alcanzar esta zona y a provocar más placer en la mujer.