Empecemos por el principio, por la pregunta que nos ronda la cabeza pero no sabemos contestar, por la pregunta que hombres y mujeres a lo largo y ancho del planeta y durante generaciones se han formulado para acabar en un mismo callejón sin salida: ¿por qué no tengo ganas de sexo?
La escasez por mantener relaciones íntimas se cierne sobre el ser humano sin piedad y sin previo aviso. Cientos son las historias sobre parejas que se conocieron, pensaron que no podrían despejar sus labios, manos y cualquier otra parte de sus cuerpos y acabaron en la misma cama, noche tras noche, sin apenas un roce, una caricia o un correcto beso de buenas noches.
Pero el deseo sexual hipoactivo (DHS) o, en otras palabras, la ‘falta de ganas’ por mantener un contacto íntimo, no les sucede sólo a parejas con un largo recorrido sino que afecta a cualquier sector de la población independientemente de cual sea su estado civil, edad o profesión.
La falta de apetito sexual de manera ocasional es un proceso y una vivencia por la que se puede pasar en diferentes etapas de la vida. El problema surge cuando un día se convierte en dos, en seis, alcanzando meses o incluso años. Pero ¿por qué un hecho aislado se puede convertir en un verdadero estigma?
La líbido de las mujeres es mucho más complicada que la de los hombres. No basta con pulsar un botón para que se enciendan y tampoco sirve tocar todos los botones si no se ejerce la presión adecuada. Es decir, todo en ellas es algo más complejo y por tanto más delicado de entender.
Cuando los factores para la falta de deseo tienen una vertiente fisiológica, como la llegada de la menopausia o alteraciones en la glándula tiroidea, las soluciones pasan por comprimidos, geles y parches que en la mayoría de casos están compuestos con un derivado de la hormona testosterona.
Sin embargo, y frente a lo dicho anteriormente, las mujeres alcanzan su madurez sexual a partir de los 45 años, momento en el que empiezan a sentirse más seguras de sí mismas, a conocer mejor lo que quieren, con lo que más disfrutan y además no tienen problemas en decirlo abiertamente.
Para las mujeres es muy importante mantener la chispa, la llama, cambiar de escenario y hacer desaparecer la rutina. En este sentido, los denominados factores psicológicos, les afectan muchos más a ellas que a ellos, sobre todo en relaciones de largo recorrido donde la monotonía se instala en el dormitorio.
Aunque parezca que estamos antes casos aislados, poco extendidos o que todo esto simplemente nos suene a ciencia ficción, es cierto que existen hombres que no tienen ganas de practicar sexo, sufren de inapetencia y viven con ello. Cuanto antes se nos caiga la venda de los ojos, mejor.
Esta falta de conocimiento de que existen individuos a los que el sexo les pilla como algo lejano, es lo que les lleva a muchos a ocultarlo, a avergonzarse e incluso a dejar que su pareja se destruya por miedo a confesar lo que en realidad les pasa.
Existen ocasiones en que esa falta de apetito sexual está relacionado con unos bajos niveles de testosterona que impiden al individuo a ‘desenvolverse’ como un adulto ante los estímulos sexuales. Para estos casos existen fármacos y composiciones que están destinadas a solventar esta inapetencia y que son realmente eficaces.
En aquellos donde las causas son mucho menos táctiles, como un trauma, estrés o incluso problemas dentro de la propia pareja, harán falta terapias a cargo de profesionales donde una actitud positiva ante el problema y las ganas de solucionarlo serán esenciales.
Así, ante esta problemática que nos afecta a todos y todas no nos queda más que preguntarnos ¿llegará el momento en que no exista un ‘hoy no que mañana trabajo’ o un ‘me duele la cabeza’?¿Existirá un día en el que el ser humano esté siempre dispuesto al disfrute de las artes del amor? ¿Será posible un mundo donde esto sea posible?