Desentrañar los abismos del deseo sexual femenino forma parte del gran misterio de la vida. Desde el pasado siglo XX, y poniendo como ejemplo algunos reconocidos investigadores en la materia como el matrimonio Masters y Johnson -tan de moda en la actualidad por la galardonada serie de televisión Masters of Sex- se han realizado innumerables estudios sobre el comportamiento sexual en los seres humanos.
Al contrario de lo que les ocurre a los hombres, donde la testosterona controla y regula prácticamente todos sus impulsos sexuales, en las mujeres no es fundamental esta hormona para estimular la líbido. De ahí que el aumento o descenso de su deseo sexual no se base tan sólo en una cuestión fisiológica sino más bien y en gran medida a su estabilidad emocional.
Sin querer entrar en batallas entre sexos, se puede simplemente inferir que el deseo sexual es más frágil en la mujer que en el hombre. Es así debido a que los cambios, ya sean físicos, mentales u hormonales, como les suceden a todas las mujeres una vez al mes, funcionan como un desestabilizador de la líbido femenina.
Sin embargo, esta condición vulnerable no es más que una simple fachada, una distracción que oculta detrás mucho más de lo que parece ser. Así, mujeres que sufren casos extremos de desequilibrio hormonal como la extirpación de los ovarios, no han padecido un descenso en su líbido ni en su grado de excitación sexual.
El factor determinante para regular el deseo y la excitación en las mujeres se basa en un componente emocional que va más allá de la simple idea del romanticismo y el amor. Mujeres con una alta estima hacia sí mismas, hacia sus parejas y con una paz interna que les produce bienestar, son capaces de sentir una mayor excitación y deseo sexual que aquellas que viven cargadas de preocupaciones y angustias.
Las sensaciones que nos producen dicha o alegría son causa y motivo de nuestro descenso o aumento de la líbido. Además, a este apartado de felicidad hay que sumar la autoconfianza, la seguridad y la estima de las mujeres en sí mismas muy por encima que hacía su pareja. De nada sirve busca al príncipe si una no se cree una princesa.
Tratar de querernos a nosotras mismas no es tarea fácil (si fuera así no haría falta este post). Para ello puedes seguir estos cuatro consejos que te harán ayudarán a ser más feliz y, por lo tanto, aumentar tu apetito sexual.
Además de ser un afrodisiaco natural, el chocolate funciona como un impulsor de endorfinas en el organismo que generan una placentera sensación de felicidad. No trates de evitar su ingesta sólo porque puedas aumentar de talla; compra tabletas con un alto porcentaje de cacao y date el placer de comer una onza de vez en cuando. Tu líbido te lo agradecera.
¿A quién debe importar cómo te ves ante el espejo? Ante todo, a ti misma. Tanto si vas al gimnasio como si decides andar una hora por el parque, hazlo teniéndote tú en cuenta. Realizar una actividad física ayuda a nuestro cuerpo de manera externa pero mucho más importante, de una forma interna, liberando sustancias que nos hacen sentir felices.
Es evidente que cuando no pasamos una buena noche se nota al día siguiente en nuestro estado de ánimo. Dormir suficientes horas o al menos descansar cuando estamos entre las sábanas, es tan necesario como reparador. Mantener la habitación a una buena temperatura, escribir nuestras preocupaciones o tomarnos una infusión antes de ir a la cama puede ayudarnos a conseguir una mayor estabilidad emocional.
Las cosas materiales no dan la felicidad pero un viaje con amigas, sola o con parte de tu familia puede que sí. Pequeños placeres que no cuestan mucho pueden marcar la diferencia entre una vida sexual plena o una inapetencia prolongada que nos lleve al extremo opuesto. La creación de recuerdos que se basen en experiencias vividas durante excursiones o vacaciones ayudan a mejorar nuestra calidad de vida y a que no se nos apague la llama del deseo.